sábado, 13 de mayo de 2017

Las sopas de mi madre, pura ternura


Debo decir con total sinceridad, como una honesta forma de honrar la memoria de mi madre, que en un momento de mi niñez me peleé con la sopa, la rechazaba. Que mi madre me perdone. Y creo que la ingrata razón era que en algunos momentos de precariedad vivida, que no fueron muchos, ella solo hacía sopa, en esa expectante y prevista secuencia del almuerzo, donde los niños esperan saborear desde la sopa, pasando por el guiso, hasta el epílogo feliz, que es el ansiado y celebrado dulce.
Aun cuando sus amorosas sopas eran robustas y consistentes, por su maternal preocupación de alimentarnos bien, en mi imaginario de niña la sopa me remitía a la comida de un solo plato. Debo confesar que guardaba mis ganas para el segundo. Ella se esmeraba en hacernos sopas muy ricas, chupes sencillos, de quinua, el de trigo, cremositos. El rocoto que molía en su batán nos estimulaba y entonaba.
En mi engreimiento de niña podría apreciar su esfuerzo y gran imaginación para preparar un chupecito de ollucos, con huevo y leche; de papitas, con el aroma de la muñita, tan bendita en calcio, propiedad hasta ahora desconocía por nuestras madres. En la adolescencia lo valoré mucho porque me enriqueció.
La sopa es paradigmática en el imaginario popular, porque de generación en generación hemos crecido sintiendo con certeza, aprendiendo y valorando de nuestra madre, que nos tonifica y alimenta. Los peruanos estamos unidos umbilicalmente a nuestra madre por la sopa, desde el primer año de nuestra desdentada existencia, etapa donde se estructura y se fija la basalidad de nuestra vinculación de afecto con el alimento. Su calidez y textura definitivamente nos remiten a la memoria del líquido amniótico que nutrió nuestra vida en el vientre materno. La sopa es también leche materna.

Así como “sentimentalmente la naturaleza es una proyección de la madre”, creo que de todas las comidas que recibimos de sus manos la sopa es el alimento-sentimiento más umbilical con nuestra madre. No hay sopa que no nutra en el fondo nuestro vínculo atávico con ella. Agua, tibieza, reposo, alimento nutricio, esa es la sopa, esa es la madre, esa es mi madre.